sabato 8 marzo 2014

naranjas sicilianas










En aquella temporada llovía cada día, sobre todo por la tarde. En Bologna, donde había ido con mis alumnos, me remojé, a causa de unos chubascos muy intensos, mientras visitábamos el casco antiguo la ciudad; fue entonces cuando empecé a estornudar.
Mi nariz comenzó a desprender agua y por la noche llegó un resfriado atroz.
- Quizás me lo ha contagiado mi marido, quien a su vez lo cogió de nuestro hijo, pues uno tras otro, la semana anterior, estuvieron acatarrados, pensé.
Aquel fin de semana era un poco especial, pues nos habían invitado a cenar màas de un amigo. Una cena el viernes, otra el sábado y por último una fiesta el domingo.¡Qué locura!!
El viernes estuve  tosiendo y estornudando sentada alrededor de una una mesa muy larga llena de manjares deliciosos. No tenía apetito, mi cabeza durante la cena se alejaba y perdía algunos trozos de conversación. Nos pusimos a hablar de agricultura sostenible y luego sobre la producción de naranjas sicilianas biológicas que un amigo nuestro compraba en la isla y luego vendía en Toscana.
Hacia medianoche me moría de sueño, sin embargo nadie se levantaba de la mesa para ir a acostarse. Me sentía sin ánimos, como un bulto al que se le tiene que arrastrar para moverlo. Finalmente, ya de madrugada, alguien se levantò de la mesa y luego todos nos despedimos de los anfitriones que por cierto vivían muy cerca de nuestra casa.
Por la mañana me desperté temprano con resaca a pesar de que había bebido muy poco. Me dolía la cabeza y no tenía fuerza, pero decidí levantarme sin despertar a  mi compañero de cama, pues estaba un poco ofendida con él, por una vieja historia de tareas domésticas. Quería desayunar sola y pensar en mis cosas.
- ¿Cuáles eran mis cosas?¿Estar triste, ofendida y negarme de ver lo bueno que el día me estaba ofreciendo? Me pregunté.
Al salir de casa para ir a comprar el periódico y el pan, oí una voz masculina que me decía:
- ¿A dónde vas tan deprisa? Anoche os olvidasteis de llevaros las naranjas sicilianas.
- Iré a tu casa a buscarlas dentro de media hora ¿Te va bien?
- Si, te esperamos, dijo mi vecino.
Fui a recoger una caja de fruta de 15 kilos, y mientras la llevaba a casa pensé:
- Esperemos que estas naranjas me den un poco de energía.
Estuve todo el día nerviosa empezando mil cosas sin acabar ni siquiera una. Tenía un desasosiego inexplicable.
Las tareas de casa se me presentaban grandiosas, la relación con mi pareja me parecía que iba a la deriva, notaba que mi cuerpo estaba envejeciendo irreversiblemente, me agotaba pensar  en mis alunnos, en fin todo me parecía difícil de superar.
Aquella tarde comprendí lo mucho que sufren las personas que tienen una depresión.
- Es como un engranaje que se encalla y repite siempre la misma cosa: todo está cuesta arriba, y al final en la cumbre te espera la muerte. Eso es lo  piensa quien es  infeliz, me decía a mi misma, mientras dejaba un libro y cogía otro.
Generalmente miro el lado positivo de la vida y no consigo entender el por qué algunas personas están deprimidas. Sin embargo aquel día al final me dije, como si hubiera descubierto un gran cosa, que de vez en cuando es bueno ser pesimistas y estar angustiados, pues es entonces cuando logramos comprender a los que sufren de tristeza perenne.
Gracias al gran resfriado y a las naranjas sicilianas aquella tarde me  sentí afortunada. 
Me preparé un zumo de naranja y me arreglé para salir. Fue una noche entrañable, disfruté hablando y escuchando a nuestros amigos. El resfriado empezaba a ir de baja y la energía que daban las naranjas iba surgiendo efecto.




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